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viernes, mayo 25, 2007

La constelación Gamoneda


El poeta español ha vivido con intensidad en la pobreza, pero su poesía es más que eso: un vivo río de intensidades y presencias.

- El 24 de abril el poeta Antonio Gamoneda, 75 años, recibió el premio Cervantes 2006 y desde entonces se ha convertido en comidilla de los titulares de medios del mundo. Debajo mostramos una nota reproducida en el portal mexicano La Jornada Semanal que además contiene algunos poemas.

1. “Por no tener género, por no ser, en rigor, literatura, la poesía puede estar en todas las formas que la literatura adopte”, manifestó Gamoneda en aquella oportunidad en su discurso de agradecimiento.

2. “Su esencialidad y su sentido han de buscarse en la sensibilidad y en la existencia antes que en el lenguaje convenido”, agregó y dejó aclarado que la “poesía ‘cuyo género carece de nombre’ (…) puede implicarse en módulos poemáticos, pero también, con igual entereza y legitimidad, en cualquiera otro de los géneros literarios o en la trama de varios o de todos ellos”.

3. "Su obra, de una fuerza excepcional, ha sido reconocida con casi todos los premios posibles; ha recibido entre otros, el Premio Castilla y León de las Letras en 1985, el Premio Nacional de Poesía en 1988 por Edad y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana XV Edición por el conjunto de su obra, y recientemente el Premio Cervantes de Letras", dice Miguel Ángel Muñoz.

4. Parte de su obra está contenida en los siguientes volúmenes: Sublevación inmóvil, 1960; Descripción de la mentira, 1977 y 1986; León de las miradas, 1979 y 1990; Blues castellano, 1982; Lápidas, 1986; Edad, 1988; Libro del frío, 1992; Libro de los venenos, 1995; ¿Tú?, 1998; Sólo luz, 2000, y Cecilia, 2004.

K.

Antonio Gamoneda: la constelación del lenguaje

Por Miguel Ángel Muñoz

La poesía de Antonio Gamoneda (Oviedo, España, 1931) ha adquirido con el paso del tiempo un lugar central entre los poetas de la llamada "generación del 50" -Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez y Francisco Brines-, hasta el punto de que sea frecuente la denominación crítica "Generación Rodríguez-Gamoneda". El cambio de sensibilidad que tras los realismos poéticos llevaron a la poesía de los años setenta y ochenta, encontró en libros como Edad su vehículo más influyente. El movimiento centrípeto que va de la vida y su relumbre fulgurante al conocimiento interior es la impronta que marca esta poesía de revelación. En una reciente antología, él mismo se define como "un hombre ya entrado en años que ama la vida en la perspectiva de la muerte y que no recuerda haber mentido nunca cuando su lenguaje ha sido el lenguaje de la revelación". La lectura de su poesía trae el estremecimiento de un poeta en estado puro a lo largo de toda su trayectoria: el entusiasmo y la exaltación panteístas propios de su adolescencia y juventud, la integración del dolor en su mundo poético, y la preocupación por la vejez y la muerte. Poeta visionario y órfico, cantor de la revelación y de la fusión con el universo, este Gamoneda absoluto habla desde el absoluto para señalarnos la sensación estremecida de lo real, el tacto de la piel, los susurros, las sombras, los gestos alados, la mirada detenida en el paso del tiempo… La encarnación del espíritu gracias a la poesía: el ser de las cosas cotidianas, la naturaleza, el ser. (...)



"Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza/ y la lluvia./ Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría/ si dijese su nombre", dijo Gamoneda en el "Libro de frío" de 1992.


Caigo sobre unas manos

Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón
Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
eran tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez, sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez. Viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.


Blues del nacimiento

Nació mi hija con el rostro ensangretado
y no me la dejaron ver despacio.
Nació mi hija con el rostro ensangrentado
pero me la quitaron de las manos.

Mi hija ahora ya va a hacer tres años
y habla conmigo y ella ve mi rostro.
Mi hija ahora ya va a hacer tres años
y canta y piensa pero ve mi rostro.

Yo ahora ya no me pregunto
por qué se ama a un rostro ensangrentado.

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